La brisa se hace esperar. Días como hoy descubro que no se pasarle un trapito a las solemnidades. Que dejarte la puerta abierta no implica por defecto que hoy duermas sobre mi colchón. Y las horas pasan lentamente mientras navego entre páginas de fieltro, mientras pinto mis sueños con bocanadas de humo. Días como hoy mi ventana se viste con el color de las nubes, con esta luz muerta que se cuela por las rendijas, con este silencio de esquelas que adquiere cierto aire de ritualidad. Días como hoy sólo me animo a apostar por las ojeras, por la palidez en el rostro y en los argumentos. Días como hoy, solemnes y mudos, me recuerdan a la pulcritud descafeinada de una fórmula matemática, precisa, sutil, vacía e inerte. Días como hoy me desangro casi por inercia, y soy la sombra de un fantasma que pasea sus desencuentros por estas aceras preñadas de charcos, por calles que no acaban de despertar. Días como hoy me sobran las palabras y los atardeceres, porque sólo pesan los recuerdos, los minutos y las horas, las ausencias, y esas miradas que hieren, que se clavan como puñales. Días como hoy la incertidumbre me define. Y me resumo en la rutina. La rutina de mezclar el sabor de mis lágrimas con las alturas del miedo, donde la consigna es perderse en la lejanía, con un libro y un lápiz, para tratar de recuperar eso que llaman "paz interior". Días como hoy mi escritorio y mi conciencia se llenan de interrogantes, de vasos vacíos y bocetos de poemas. Y me pregunto si se puede llamar vida a esta tendencia a doblar esquinas y a esquivar espejos, a esta inconsistencia de teléfonos, cafeteras y lentes de contacto. Días como hoy la colada me recuerda al arco iris, y de pronto se me ocurre que ese cielo malnacido me debe una tormenta. Vuelvo a mirar por la ventana maldiciendo esta luz sucia que mancha de inquietudes los tejados, las fachadas, las sobremesas de domingo. Y sin embargo me sobra valor para mirar al otro lado del cristal, para abrirme las venas, para volver a empezar. Días como hoy me basta con saberme vivo, con no sentir indiferencia, ni echar raíces en la cuneta. Días como hoy me basta con saber que, quizás, mañana será otro día...
lunes, 26 de enero de 2009
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