viernes, 27 de enero de 2012

Soliloquio del espejo (De sueños, vanidades y reflejos)


La penumbra se irá vistiendo poco a poco con retales de luz pálida y mortecina. Pronto amanecerá. Aullarán millones de despertadores. Tiritarán de frío las farolas y las aceras se pintarán los labios para recibir las caricias de ese sol de plástico que nunca falta a la cita. Pero no quedará nadie ahí fuera. No habrá flores en los balcones ni sonrisas tras las cortinas. No habrá ropa tendida en las terrazas ni melodías en la frecuencia modulada. Sólo quedará un ejército de sombras errantes, vagas formas impersonales, el cuerpo de las almas que un día habitaron estas calles. En mitad del silencio quedará el eco de sus frases, el vago rumor de las sirenas, el gemido sordo de los árboles que mecen sus ramas desnudas al contacto de la brisa. Se que pensaban al mirarnos que no éramos mas que objetos impersonales. Se que creían mirarse a si mismos cuando nos miraban, aunque en realidad eran ellos quienes eran observados. También los espejos tenemos memoria. Tenemos oídos que captan los sonidos mas disimulados. Tenemos ojos que saben mirar mas allá de los muros y paredes tras los que creyeron encerrarnos. Y a fuerza de mirar aprendimos. Ellos nunca se dieron cuenta. Pero a fuerza de mirar fuimos dando forma a nuestros reflejos., creando un mundo paralelo. Construimos un decorado perfecto. Copiamos sus habitaciones y pasillos, copiamos sus cuartos de baño, sus pueblos y ciudades, sus parques, sus avenidas y sus aeropuertos. Asumimos sus plazas, sus mercados, sus oficinas, sus palacios, sus prisiones, sus alcantarillas, sus fábricas y sus estaciones. Fue sencillo dar el siguiente paso. Aprendimos a imitar sus movimientos, a leer sus pensamientos, a interiorizar sus miedos. Retuvimos el hielo de las miradas, el acero de las palabras, el calor de las sonrisas, la compleja jerga del silencio. Aprendimos la gramática de los sentidos, el sabor de la nieve y de la sal, el tacto de la piel y de las nubes, el aroma del tabaco y de la soledad, el rumor de los susurros y las olas, la textura de los besos y el sudor. Aprendimos la lengua de la arena y de las caracolas, el crepitar de las hogueras y de esa lluvia que incendia los charcos y ensucia las fachadas, los versos del abandono, los instintos asesinos, el dolor de las heridas, la memoria de las cicatrices, del filo del metal y de las sábanas. Sólo hubo algo que se escapó de nuestra mirada. Sólo sus sueños se resistieron a nuestros ojos. Porque los sueños son la esencia del ser humano. Los sueños son siempre lo que son, esa parte íntima de ellos mismos en la que siempre fueron verdaderos. Pero poco a poco fuimos aprendiendo a sentir, o algo equivalente. Les amábamos tanto como les odiábamos. Y paso a paso nos fuimos haciendo con el control. Les susurrábamos a veces que eran los mas bellos, y otras veces llenábamos sus rostros de arrugas, esos surcos mudos del paso del tiempo. Nuestro juego nos llevaba a llenarles el rostro de ojeras o a pintar de plata sus cabellos. Les enseñamos la magia del maquillaje. Les inculcamos la costumbre de calzarse una máscara antes de salir a pasear. Nos divertimos incitándoles a ensayar la pose, a simular pasos de baile y gestos abstractos. A veces se pasaban horas mirando un reflejo artificial, tratando de reconocerse. Inventamos el culto a la imagen, la compleja liturgia de lo superficial. Y lo que empezó siendo un simple juego acabó por convertirse en un complot elaborado. Porque, víctimas de su propia vanidad, acabaron por depender de nosotros. Ninguno era capaz de mirar mas allá de si mismo. Cuando llegó el momento preciso nos decidimos. Millones de relojes sincronizados anunciaron la medianoche. Y al sonar la última campanada todos quedaron atrapados en nuestro interior. Desde entonces prosiguen su existencia sin ser conscientes de que no son sino pálidos reflejos de lo que fueron, simples fotocopias atrapadas en un gigantesco decorado, separados del mundo real por una sencilla superficie pulida de cristal. Una frontera frágil y sutil, una especie de burbuja, que nadie será capaz de traspasar. Porque después de todo ¿quién de ellos caerá en la cuenta de que ya no sueña?

3 comentarios:

Dámaris dijo...

Es verdad que si nos quitaran nuestros sueños no nos daríamos cuenta seguramente...a lo mejor ya lo han hecho y seguimos apagando el despertador con la radio viviendo en ese reflejo que nos tiene atrapados. ¿Cómo se rompe el cristal de los espejos que no conocemos?
Magnifico como siempre...

Manu dijo...

Q bueno primo, tienes un don

javi dijo...

Muy bueno. Y me siento mejor por saber q sigo soñando