sábado, 27 de noviembre de 2010

La cita (II)(De caminos, relojes y esperanzas)

Verte aparecer por la puerta de aquel bar, con la sonrisa de costumbre, debió ser casi como ver amanecer algunas horas mas tarde desde el coche. La noche nos reservaba algunos brindis y abrazos, alguna canción con la que dejarnos la garganta, sin importarnos que no hubiera radiocasete. Tras las ventanillas bajadas, o desde lo alto del parque, volvíamos a ver como Madrid volvía a estar, una vez mas, a nuestros pies. A lo largo de los últimos diez años habíamos demostrado que el tiempo no vence todas las batallas. Habíamos conquistado Roma, Amsterdam, Berlín, y habíamos vuelto en mas de una ocasión a contemplar la Alhambra desde aquella plaza arbolada que bautizamos como el mirador del califa. Habíamos caminado por playas y horizontes infinitos, habíamos echado anclas en mas de una barra, habíamos dejado que mas de una sirena nos embaucara con su canto. Habíamos vivido tantos momentos buenos que sería imposible recordarlos, y cuando a alguno de nosotros le tocaba degustar los tragos mas amargos, ahí estaba el otro para hacer que el ánimo volviera a fluir por las venas. Tal vez aún nos queden duras batallas por delante. Las manillas del reloj seguirán dando vueltas, igual que vueltas seguirá dando la vida. Porque nunca se sabe que es lo que nos espera al doblar la próxima esquina. Hoy vuelves a afrontar un otoño sin renglones. Quizás te preguntes, una vez mas, qué hacer cuando el vacío echa sus raíces al fondo del pecho, cuando el alma se llena de tachones. Pero sabes, como yo, que todo dependerá de ti mismo, que tienes la fuerza necesaria para empuñar las armas y volver a la batalla, Yo seguiré tratando de encontrarme, meciéndome en esos brazos que hoy me abrazan, ejerciendo esta vocación por el exilio que me lleva a naufragar en ciudades a deshoras, con esa lluvia fina que a veces hace brillar las estrellas sobre las aceras, calando los corazones que laten sin paraguas ni contemplaciones. Pero se que, después de todo, allí donde tiritan algunos de ellos es donde siempre estará mi hogar, que es algo mas que cuatro simples paredes. Seguiremos asumiendo los cambios, los paréntesis, viviendo en el camino. A veces caeremos en la cuenta de que, efectivamente, la vida iba en serio. Verás que, mas pronto que tarde, vuelve a despuntar el sol en tus amaneceres. Verás como, tras el invierno, volverás a sentir ese tacto inconfundible de la primavera llenando con sus luces cada rincón. Aún nos quedarán muchas citas pendientes con la vida, una infinidad de horizontes que recorrer por primera vez, pero también esos rincones a los que regresar cada vez que el tiempo parezca escurrirse entre nuestras manos. El secreto está en saborear cada instante como si la vida nunca fuera a dar marcha atrás, como si cada segundo vivido fuera un quiebro a ese reloj que pretende imponernos su criterio. Aún nos quedan algunas cartas que poner sobre el tapete, y si el tiempo pretende jugársela a una mano, siempre nos quedará una baraja rota al fondo del bolsillo. Pero, sobre todo, recuerda que dentro de diez años tienes otra cita…

1 comentario:

Yandros dijo...

Estar preparado pera los cambios es una virtud. Y te lo dice el señor del caos. Porque cuando en nuestra vida ordenada y perfectamente controlada, se desequilibra una pata, hay que saber reaccionar a tiempo.
Los cambios son necesarios para avanzar, para no estancarse en un foso de mediocridad.
Y son los giros de la vida los que nos demuestran quién está realmente a nuestro lado y quién no.
A veces quedan pocos.
Pero son verdaderos
Un abrazo