jueves, 10 de marzo de 2011

Carnaval (De muecas, cenizas e ironías)

El sol se cubre el rostro con su velo de nubes grises y las calles de la ciudad se engalanan para velar a un nuevo invierno que agoniza entre sábanas de tormenta. Una lluvia insistente va empapando almas y abrigos en este miércoles de ceniza, recordándome a un torrente de sangre rompiendo el cauce de arterias sesgadas. Madrid revuelve el viejo arcón de los recuerdos, echando mano del manojo de prendas que darán forma a su disfraz. Poco a poco se van amontonando sobre un suelo de cartón. Chimeneas, antenas y cables, negros arcoiris, caritas y caretas, naipes bajo las mangas y un sinfín de palabras arrinconadas en alguna esquina de la chistera. Charangas, batucadas, pasodobles que rompen en pedazos guiones y silencios, bombillas que quisieron ser estrellas tiritando de frío a medio camino entre el cielo y el asfalto. Sobres cerrados sin destinatario, vagones de metro que surcan mares subterráneos, estados de excepción, oficinas, comercios y verbenas, iglesias y campanas que repican para señalar el toque de queda. Avenidas, bulevares y semáforos desgastándose con el roce helado del viento de poniente, herrumbre en los escaparates y estatuas abandonadas a su suerte en las glorietas que ven la vida transitar conteniendo la respiración, con cierto aire de nostalgia. Terrazas, azoteas y ventanas, jirones de luna prendidos de la cuerda de tender, balada triste de sirenas de ambulancia. Millones de zapatos que desfilan al ritmo de tambores y manillas de reloj, antología de sábanas sucias, gramática sutil de versos callados. Paraguas, sombreros y maletines en la enorme procesión de trajes con nombres y apellidos, con algún atisbo de latidos escondidos entre sus pliegues. Espesos maquillajes que borran rostros imprecisos, sueños que se cruzan sin mirarse a los ojos, sin reflejarse en los charcos sembrados al azar por la última tormenta. Piratas con mono azul sangrando las aceras en busca del tesoro, corsarios con escaño y corbata, carteros sembrando los buzones de facturas, policias con cara de pistola, conciencias malheridas, causas aparcadas, amazonas escotadas, taxistas suicidas, putas sin esquinas, toreros con trajes de luces y la sombra en la mirada. Cada mañana cuando abrimos de par en par ojos y ventanas, con algunos sueños enquistados al fondo de las pupilas, damos la bienvenida al carnaval de lo cotidiano, a este escenario de a diario. Y al mirarnos fugazmente en el espejo que cuelga de la pared del baño, tal vez recordemos ese alma que respira bajo la máscara.

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